Al imaginar un desierto siempre pensamos en una
vasta extensión de arena donde el calor alcanza la máxima temperatura. Un sol de justicia que impide andar por sus dunas y escasos árboles que nos permitan cobijarnos en una sombra. Pero el desierto más grande del mundo tiene mucha agua, aunque está congelada.
Se trata de la Antártida.
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